Al parecer, la razón por la que se eligió el 30 de septiembre es que fue en esta fecha cuando falleció Jerónimo de Estridón, patrón de los traductores y responsable de La Vulgata, versión latina de la Biblia que fue declarada auténtica por la Iglesia Católica y cambió por completo la historia de la traducción. En homenaje a San Jerónimo y a todos los traductores que han contribuido desde la Antigüedad a la difusión del conocimiento, queremos hacer un repaso por la historia de una actividad que han llevado a cabo todas las culturas desde los comienzos de la humanidad.
La primera evidencia de su existencia se remonta al 15 de julio de 1799, fecha en la que se descubrió la Piedra de Rosetta, un bloque de piedra granítica que fue un elemento clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. En la piedra aparecían tres tipos de escrituras: la parte superior estaba formada por jeroglíficos egipcios, las líneas centrales estaban escritas en domótico y la parte inferior la formaban varias líneas en griego. Los estudiosos comprobaron que, en realidad, se trataba de tres versiones de un mismo texto, gracias a las cuales el francés Jean-François Champollion logró descifrar los jeroglíficos egipcios en 1822.
Las primeras traducciones escritas fueron las de la Biblia y otros textos religiosos que los judíos tradujeron del hebreo a sus propias lenguas. De hecho, en el siglo III a.C., el faraón Ptolomeo Filadelfo ordenó a 72 eruditos judíos traducir la Torá del hebreo al griego, lo cual dio lugar a la denominada «versión alejandrina» o «versión de los Setenta», que fue utilizada como Biblia oficial del judaísmo helenístico. Sin embargo, cuando tiempo después surgió la polémica judeocristiana, muchas comunidades judías reemplazaron esta versión por otras versiones griegas, como las de Aquila, Teodoción o Símaco, ya en el siglo II de la era cristiana. También en el siglo II d. C. nació la Vetus Latina, una primera traducción de la Biblia del griego al latín que cayó en desuso cuando se publicó La Vulgata de San Jerónimo.
Unos siglos más adelante, concretamente en los siglos IX y X d. C., se tradujeron al árabe los trabajos de los antiguos griegos en los ámbitos de la ciencia y la filosofía, un aprendizaje que se diseminó por toda Europa a través de España, que en aquel entonces se encontraba bajo el dominio musulmán. Tiempo después, a partir del siglo XIII, la Escuela de Traductores de Toledo jugó un papel esencial como transmisora de la ciencia y la cultura que hasta entonces asumía la civilización islámica. Esto contribuyó, asimismo, al desarrollo científico y tecnológico que posteriormente permitió la llegada del Renacimiento europeo.
Otra figura destacada de la historia de la traducción es la de Martín Lutero, quien realizó una traducción de la Biblia al alemán cuando este idioma aún no se había formado del todo. En ella utilizó expresiones que todo el mundo podía entender con el objetivo de ofrecer una versión que fuera directa y de fácil comprensión. Si bien es cierto que ya existían cerca de veinte traducciones fragmentarias muy anteriores, la del Reformador fue la más conseguida y, por ello, se imprimió y divulgó ampliamente gracias a la reciente invención de la imprenta.
Por último, si damos un salto cercano a la actualidad, nos encontramos con lingüistas como el estadounidense Noam Chomsky, uno de los más destacados del siglo XX, cuyos trabajos sobre teoría lingüística y ciencia cognitiva contribuyeron al gran auge que experimentó la traducción desde ese momento. Ya en nuestros tiempos, la traducción se sigue aplicando en todos los campos, y lejos de lo que muchos creen, las nuevas tecnologías y herramientas ayudan a que sea cada vez más accesible a todo el mundo.