De acuerdo con la Unión Europea, el 69 % de los estudiantes de traducción e interpretación en España son mujeres. Además, algunos estudios señalan que la nuestra es una de las pocas profesiones en las que no hay brecha salarial de género, frente al 16 % que existe en el resto de Europa.
La amplia participación de las mujeres en el sector de la traducción profesional tiene su origen en la Edad Media y el Renacimiento. Entonces, la traducción era una de las pocas actividades que podían desempeñar sin ser señaladas por la sociedad. Mary Herbert, Margaret More Roper o la española Isabel de Correa son algunas de las traductoras pioneras. Sin embargo, no fue hasta el siglo XIX, cuando la mujer se incorporó plenamente al sector de la escritura y, por consiguiente, también al de la traducción.
En las últimas décadas, este campo se ha ido feminizando hasta convertirse en un ejemplo de igualdad del que podemos sentirnos orgullosos. El género en nuestra profesión no es un problema, ni siquiera cuando se trata de instituciones relevantes. Buena prueba de ello es que el 67 % de los traductores e intérpretes que integran la Unión Europea son mujeres.
En el caso de los autónomos, además, se puede «esquivar» la discriminación de género. Y es que el hecho de trabajar independientemente nos permite movernos en un entorno profesional donde lo más importante no es nuestro físico o si planeamos tener hijos. El empleador o el cliente no tiene ni quiere información sobre nuestra vida personal. Lo primero y, en la inmensa mayoría de los casos, lo único que se valora es nuestra formación, destreza y profesionalidad.
Desde nuestra experiencia podemos afirmar que, al menos en nuestro sector, el trabajo como freelance se basa en la objetividad y la calidad de los trabajos, por encima del género u otros aspectos más privados.
Por supuesto, todo lo anterior constituye un gran avance en la lucha contra la discriminación que a menudo sufren las mujeres. Pero esta mayor implicación laboral no siempre va acompañada de una mayor visibilidad. Por ejemplo, en el caso de los Premios Nacionales a la Mejor Traducción, solo 10 han ido a parar a manos de mujeres, mientras que 27 han sido otorgados a hombres.
En Pafelingua, queremos aprovechar esta ventanita al mundo para pedir que otros sectores tomen como ejemplo el de la traducción y la interpretación, y remarcar la necesidad de darle un mayor reconocimiento a la labor de las traductoras no solo de la actualidad, sino de la historia.
Escrito por Ana Gutiérrez González