Desde la traducción mediante reglas lingüísticas, que se limitaba a sustituir una palabra por su equivalente en otro idioma, hasta la traducción automática basada en el contexto, que tiene en cuenta las palabras que acompañan al término que se quiere traducir, pasando por la traducción basada en corpus lingüísticos, que analizaba muestras reales de textos bilingües.
A lo largo de su historia, los distintos tipos de traducción automática se han ido coordinando con el objetivo de crear los traductores automáticos más potentes del mercado. Sin embargo, estos continúan siendo muy imprecisos y cometiendo múltiples errores. ¿Por qué no han llegado al nivel de perfección de un traductor profesional?
En líneas generales, la respuesta es clara: nosotros somos humanos. Los logaritmos son incapaces de distinguir el contexto del mensaje, así como de apreciar el tono o estilo empleados. Tampoco logran detectar los errores que pueden haberse introducido en el texto original. Los traductores automáticos, como cualquier máquina, no saben «hacer frente» a situaciones para las que no han sido previamente programados.
El traductor profesional, en cambio, no centra su atención únicamente en las palabras, sino en el mensaje en su totalidad, incluidos los giros lingüísticos. Es capaz de elegir las expresiones y los términos más adecuados, teniendo en cuenta, además, el estilo y registro apropiados según el tipo de texto y su finalidad.
Y te preguntarás entonces: ¿para qué sirve la traducción automática?
Resumidamente, los traductores automáticos son útiles para que nos hagamos una idea general de lo que expresa un texto en aquellos casos en los que no disponemos de tiempo suficiente para encargar una traducción profesional o el uso que le vamos a dar a la traducción es más bien «de andar por casa». Por ejemplo, si recibes un correo electrónico de un cliente extranjero o deseas comprar un producto en un sitio web redactado íntegramente en otro idioma, la traducción automática puede sacarte del apuro.
Lo que desde luego no aconsejamos es utilizar un traductor automático cuando debas traducir documentación importante cuyo uso vaya más allá del interés personal. Nos referimos, por ejemplo, a historias clínicas, contratos o documentos bancarios.
Pese a todo lo explicado, muchas personas consideran que nuestro trabajo, el de los traductores profesionales, tiene los días contados y que, en algún momento, los traductores automáticos nos reemplazarán por completo. Nosotros somos bastante escépticos con respecto a esta creencia, ya que es precisamente el componente humano lo que hace que una traducción sea buena.
Lo que sí es cierto es que puede abrirnos nuevos caminos profesionales, como la posedición, que combina las nuevas tecnologías con la traducción tradicional.
¿Qué pensáis vosotros? ¿Qué experiencias habéis tenido con la traducción automática? ¡Estaremos encantados de leeros!
Escrito por Ana Gutiérrez González