Cuando un estudio recibe un encargo por parte de una distribuidora, lo primero que hace es contratar a un traductor audiovisual, cuya misión será conseguir que el guion llegue a un público con un idioma y una cultura específicos. La idea de trabajar «viendo» series y películas puede sonar divertida, pero son muchos los estereotipos y las críticas que rodean a los traductores audiovisuales, quienes cada día luchan contra la desinformación que existe sobre su trabajo. Si quieres saber en qué condiciones desarrollan su actividad estos profesionales y a qué problemas se enfrentan, ¡sigue leyendo!
- El tiempo
En muchos casos, traducen los productos audiovisuales a contrarreloj, con plazos muy ajustados. El intrusismo y la piratería son dos de los factores que obligan a gran parte de los traductores audiovisuales a tener un producto traducido e, incluso, subtitulado casi al mismo tiempo que se está emitiendo en Estados Unidos, o al día siguiente.
- La calidad de los materiales
Y es precisamente por lo anterior que, en muchas ocasiones, sobre todo cuando se trata de productos de gran consumo, a los traductores audiovisuales no les queda más remedio que trabajar con materiales cuya calidad es pésima. Junto al guion, reciben un vídeo pixelado, que muestra la pantalla en negro o donde solo se aprecian las bocas de los personajes para poder ajustar el texto al movimiento labial. Incluso en el caso de algunas películas, el traductor audiovisual solo recibe fragmentos (p. ej., tramos de media hora). Es entendible el miedo de la distribuidora a que el material se filtre, pero trabajar sin el apoyo de imágenes y sin un contexto resulta verdaderamente complicado.
- El resto de los eslabones
Desde que el traductor audiovisual traduce el guion hasta que el producto audiovisual se distribuye, este pasa por muchas manos: el revisor, el ajustador, que adapta el texto y lo «mete en boca», y el director de doblaje, que muchas veces se toma la licencia de hacer modificaciones sobre la marcha si surgen problemas a la hora de sincroniza el diálogo. Con esto quiero decir que, si algo nos «chirría» mientras vemos una serie doblada, no debemos culpar automáticamente al traductor audiovisual. Tampoco si no nos gusta cómo se ha traducido el título de una película. Y es que, normalmente, quien toma esta decisión es el Departamento de Marketing y no el traductor audiovisual.
Desde Pafelingua, queremos dar visibilidad a la magnífica labor que los traductores audiovisuales realizan en España y sumarnos a la petición de que los estudios, los canales y las productoras den a estos profesionales, así como a los subtituladores, el reconocimiento que merecen e incluyan sus nombres en todas las obras artísticas. El canal estadounidense HBO ya ha empezado a hacerlo y esperamos que se le unan muchos más.